miércoles, 20 de junio de 2018

Los tatuajes: Arte o Tabú


Toda la vida las personas han visto los tatuajes como una característica sumamente negativa en las personas, si bien con los años este tabú se ha venido rompiendo y cada vez los tatuajes son más aceptados en la sociedad, aún existen personas que piensan que por tener tatuajes eres irresponsable, con antecedentes poco confiables e incluso hubo un tiempo en que afirmaban que quien tuviera marcas de tinta en su piel era un criminal.
En el mundo de los tatuajes se habla de que la sociedad se divide en dos: Quien tiene tatuajes y quien nunca se ha tatuado en su vida. Cada vez son más personas las que deciden adentrarse a este mundo, llegando a ser llamado “Arte” a los tatuajes, pues estos en su mayoría tienen grandes significados personales y poseen una gran carga emocional.

A mi criterio, cada quien tiene el derecho de hacerse en el cuerpo lo que guste sin necesidad de ser juzgado, ya que ni los tatuajes, ni la ropa, perforaciones, color de cabello, etc., definen a una persona.
Y es que la mayoría de las personas tienen esa mala costumbre de juzgar por el físico de los demás por el simple hecho de no ser lo típico de la sociedad, por no ser común o uno más del montón. Una de las cosas con las que más difiero de este tabú es a la hora de que estas personas buscan trabajo, ya que por lo general se les dificulta más por ciertas posiciones estéticas de empresas o cargos, sin embargo mi postura es bastante firme en que los tatuajes no te hacen menos que nadie y tienen el mismo derecho que todos. Con el pasar de los años la sociedad ha aceptado más el tatuaje a tal punto de que hoy en día es muy poco probable que salgas a la calle y no veas por lo menos a dos personas tatuadas, de hecho se ha llegado a hablar de que el tatuarse se ha vuelto moda, por lo que en varios países han flexibilizado su idea con este tema, sin embargo hay algunos que todavía se encuentran con actitud de rechazo a las personas tatuadas, bien sea para ejercer un trabajo o en la misma calle.



Por: Raquel A. Aldana

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